lunes, 7 de octubre de 2013

A sus 100 años Jacinto Convit sigue siendo el doctor de los olvidados




A los 100 años no se detiene. En su carrera de más de 70 años logró la vacuna contra la lepra y alcanzó la cura de la leishmaniasis. Su meta ahora es la continuar en la lucha para conseguir la cura del cáncer.







Apagado. Así debe permanecer el aire acondicionado en los espacios donde respira. El apartamento, el carro o el laboratorio. Las ventanas cumplen su función en cada lugar donde pisa. El aire sin condiciones le da tranquilidad a su cuerpo. A los 100 años las ganas de trabajar no pueden ser sacrificadas por una enfermedad. Y Jacinto Convit sabe de eso. Jacinto continúa trabajando, desde su apartamento, firmando los documentos del instituto y reuniéndose con los investigadores para conocer los avances de los trabajos.

La travesía de salvación de Convit comenzó con aires de Litoral. En Cabo Blanco, una localidad del ahora estado Vargas, el recién graduado médico cruzó el umbral de una leprosería para sellar su futuro. La soledad, el dolor y el desastre que sintió al ver los rostros de los 1.200 pacientes recluidos como los peores delincuentes, le colocó un reto en su carrera. “No sé qué era peor, si la enfermedad o las caras de aquellos seres, condenados. A la gente la cazaban en la calle por contagiarse de lepra”.

Fueron siete largos años los que tuvo que convivir con pacientes que sufrían de una segregación legalizada en la época y de una atención pobre, sin condiciones sanitarias, producto del desconocimiento sobre la enfermedad. La pasión por la medicina enlazada con el entusiasmo de la juventud, llevó a Convit a conformar un equipo de investigación integrado por seis venezolanos y dos italianos, a quienes se les uniría más tarde una pareja de polacos. Las manos de los investigadores trabajarían por una cura. “No se disponía de un medicamento efectivo para el tratamiento de la lepra. Se contaba únicamente con el aceite de Chaulmoogra, de muy dudosa eficacia. Nuestra actividad fundamental era encontrar un medicamento eficaz”.

Captura de pantalla 2013-10-04 a la(s) 5.40.01 p.m.La memoria de Jacinto Convit goza de muy buena salud. En su conversación no pierde detalles, recuerda las fechas, los escenarios y los personajes más importantes de su historia. Como el inolvidable rostro de uno de los enfermos después de ser curado. “Nunca voy a olvidar la cara de felicidad cuando salió de alta. Los pacientes muchas veces nos ven como los salvadores. Es algo increíble. En las leproserías había personas con más de 20 años recluidas”, revela.

Clausurados los recintos de segregación, los médicos se enfrentaron a la atención de unos 17 mil pacientes en todo el país. Los servicios médicos asistenciales fueron diseminados para llevar el tratamiento a todas las regiones. Convit fue nombrado Médico de los Servicios Antileprosos en Venezuela.

Ya en 1949 había uno o dos servicios de dermatología sanitaria en cada estado. Los logros llegan hasta la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que muestra interés por los avances nacionales y manda a su personal a entrenarse en Venezuela, con el galeno, que logró que los pacientes fueran tratados como cualquier otro enfermo. convit-fg-60-452x680


Esta insistencia para alcanzar su objetivo, quizás fue una de las razones que le llevaron a estar nominado en 1988 al Premio Nobel de Medicina por la vacuna de la lepra. Sus manos no recibieron este reconocimiento, pero sí una larga lista en la que destacan la medalla Salud para todos de la Organización Panamericana de la Salud y el Premio Príncipe de Asturias. Pese a su buena salud, la batalla contra los males propios de los años le ha mantenido alejado de las aulas de clase universitarias y han disminuido su ritmo de investigación. Jacinto Convit, sin embargo, no se detiene ni da tregua a su nueva pelea: encontrar la cura del cáncer.




 Revista Libre in Buenas nuevas

martes, 1 de octubre de 2013

Venezuela en deuda con Jacinto Convit





Creo no estar errado si afirmo, que el eminente médico-científico Jacinto Convit , a lo largo de su esplendorosa existencia, ha sido testigo en cuerpo presente de los acontecimientos más importantes ocurridos en nuestra nación. Obviamente, vivió en carne propia la felonía de dictaduras (la de Gómez y de Pérez Jiménez) y las bondades de la democracia con todos sus defectos, pero democracia al fin.

Este grande hombre que recién acaba de cumplir cien años de edad mantiene latente la esperanza de muchas personas que padecen de cáncer. Es digno de admiración, porque no se envanece por los numerosos reconocimientos internacionales, que le han sido conferidos a lo largo de su fructífera carrera como médico y científico, y tampoco “le quita el sueño el Premio Nobel”, como lo afirmara a una periodista que lo entrevistó hace apenas unos días. Sigue en su empeño y mantiene latente su afán y fe por brindarle a la humanidad, la noticia final de que la enfermedad que se ha convertido en la más terrible pesadilla del ser humano, encontró por fin el antídoto que permitirá a quienes la padecen, sonreírle a la vida agradecidamente.

El Dr. Convit es el más digno y vivo ejemplo para los venezolanos, que debemos sentirnos orgullosos de este bondadoso hombre, que mantiene consultas gratis con pacientes que acuden a él en procura de sus sabias atenciones. Digno de admiración, porque no deja de lado la esperanza de conocer en vida el resultado de su tenaz esfuerzo científico. No habrá reconocimiento alguno que pueda recompensar el fruto de su ardua labor investigativa, que Venezuela entera le agradece. Su empeño y afán por ser útil a la humanidad lo llevó a crear una fundación que preside, y que entre sus proyectos contempla la instalación de una plataforma tecnológica, con la cual se puedan realizar estudios genéticos y moleculares, así como diagnósticos a pacientes, a través de un centro de medicina molecular.

Creemos no pecar en exceso, si nos atrevemos calificarlo como uno de los venezolanos más preclaros del pasado y presente siglo y que su obra dejará honda huella en nuestro país y en el exterior , pues su investigación científica no se detiene y por el contrario pese a su centenaria edad, mantiene viva la esperanza de alcanzar su más anhelado sueño del diagnóstico precoz de tumores en la recién creada Unidad de Diagnóstico Molecular de Tumores Pediátricos, para cuyo efecto firmó un convenio con el Hospital de Niños J.M. de Los Ríos .

En esta tarea lo acompaña otro eminente médico y también científico, el Dr. Alberto Paniz Mondolfi, quien actualmente se encuentra realizando investigaciones en el Laboratorio de Microbiología Clínica de la Universidad de Yale en los Estados Unidos, debido a que las plataformas tecnológicas para los estudios de genoma no están disponibles todavía en Venezuela. Pero existe la confianza de que pronto se conocerán interesantes resultados del trabajo científico, que llevan adelante y que serán publicados y conocidos durante la presentación oficial de la Fundación.

Esta fecunda obra de carácter científico que se llevará a cabo en la Fundación Dr. Jacinto Convit, abordará otros proyectos de investigación, cuyo fin es el de proteger, conservar y darle continuidad al legado del eminente científico venezolano, pues además del cáncer también promueve la investigación del mal de chagas, leishmaniasis, lepra y otras enfermedades endémicas y tropicales.

Venezuela está en deuda con el Dr. Jacinto Convit, quien muestra su alegría y satisfacción porque internacionalmente se está empezando a tocar el tópico de la inmunología tumoral, uno de los pilares fundamentales de su investigación conjuntamente con el Dr. Paniz Mondolfi.

Hace más de dos mil seiscientos años Buda decía que el ser humano tendría siempre que lidiar con el sufrimiento y la pena sin importar el lugar en que viva ni la posición económica y social que tenga. Decía, que todas las personas deben sobrellevar al menos ochenta y tres problemas relacionados con el trabajo, la seguridad económica, dificultades con las relaciones personales, temores por las potenciales enfermedades, ansiedad frente al éxito o fracaso y otras razones más; y, sin embargo, que el problema mayor era otro, el número ochenta y cuatro: la ansiedad permanente de no querer tener ningún problema. Y esa pareciera ser la filosofía de la vida del Dr. Convit.

Así como existen responsables de hacer obras públicas, educar con las ciencias, administrar justicia, entregar la palabra divina, y otros asuntos, deberían existir autoridades éticas que den ejemplo a la comunidad, que combatan éstas enfermedades que amenazan con no tener remedio, en cada hogar, barrio y ciudad. Y una de estas autoridades innegablemente sería el Dr. Convit, quien con su labor científica, para muy pocos venezolanos desconocida, nos permite solazarnos y alegrar el espíritu, en momentos en que el país enfrenta la mayor crisis que jamás se pudo haber imaginado.

Gracias Dr. Convit, Venezuela está en deuda con su fecunda obra y su intachable conducta ética, ejemplo para las generaciones del presente y del futuro. ¡Que Dios le de muchos años más de vida y feliz existencia!



careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)