miércoles, 5 de diciembre de 2012

En tres años podría estar lista autovacuna contra el cáncer



El proyecto de inmunoterapia contra el cáncer que se encuentra en su fase experimental y  avanza con resultados bastante prometedores.

   Con el aval de los exitosos modelos de vacunación contra la lepra y la leishmaniasis a partir de la inmunoterapia luego de más de 20 años de investigación, el Instituto Venezolano de Biomedicina, que se encuentra bajo la dirección del doctor Jacinto Convit, inició en 2006 los estudios para crear una autovacuna curativa contra el cáncer. Padre del instituto y quien fue postulado en 1988 al Premio Nobel de Medicina por la creación de ambas vacunas, Lepra y Leishmaniasis. El grupo de estudio de la inmunoterapia lo conforman 24 pacientes con cáncer de seno, estómago, intestino y uno de cerebro, que son sometidos a un estricto control médico.

    “El cáncer parte de un problema inmunitario importante y ocurre cuando las células pierden el control y comienzan a reproducirse rápidamente. En el organismo existen unas células llamadas natural killer (NK) que cuando comienzan a actuar a nivel inmunológico destruyen estas células malignas, pero como el cuerpo no las reconoce, proliferan”, así explicó el doctor Borges cómo nace el tratamiento inmunológico de esta enfermedad.

     De acuerdo con la hipótesis de la investigación, si se logra que el organismo reconozca esas células cancerígenas como extrañas, entonces las células NK podrían actuar contra ellas y destruirlas creando anticuerpos. En esa dirección avanzan los estudios, en los que se espera obtener una respuesta útil inmunológica a través del estimulador Bacilo Calmette-Guerin (BCG), ampliamente utilizado en la lucha contra la tuberculosis.


Las dosis serán gratuitas
     El magíster en Salud Pública Rafael Borges aseguró que debido a los excelentes resultados del BCG como coadyuvante en la cura del 80% de los casos de lepra y leishmaniasis, se ideó su empleo como tratamiento alternativo contra el cáncer. Así, la autovacuna contra esta patología parte de la combinación de este producto con células tumorales del paciente. Su implementación masiva, que será totalmente gratuita, se prevé para dentro de 3 años aproximadamente.

     Una desventaja en la aplicación de esta vacuna sería que en estudios avanzados de la enfermedad su efecto se vería casi totalmente limitado. Por esta razón los doctores Borges y Convit hicieron énfasis en la evaluación periódica de los pacientes que forman parte del proyecto, de manera de conocer su respuesta inmunológica semanal.

     Sin embargo, y a pesar de que el epidemiólogo reconoció que los “resultados son bastante prometedores”, aclaró que todo tratamiento nuevo requiere un tiempo prolongado para estudiar la evolución de cada caso. Por ello fue categórico al expresar: “Por ser un estudio experimental, no se pueden admitir más pacientes”.

     El investigador también aprovechó para recordar el revuelo causado a raíz de un titular publicado por el Diario 2001 el 7 de junio de 2010, en el que se anunciaba la creación de vacunas contra el cáncer de seno, colon y estómago en el Hospital Vargas. “Fue un gran escándalo. Aquí venían más de 300 personas todos los días; no se podía trabajar. Sabemos que es una esperanza, pero se requiere tiempo”, relató.

     Sobre la receptividad de la comunidad médica en torno a este modelo experimental, sostuvo que han recibido críticas de ambos extremos. “Mientras unos consideran que no sirve, otros se muestra excesivamente optimistas. Pero la ciencia debe basarse en la evidencia”.
Se creó una fundación para impulsar el proyecto.

     Dado que el tratamiento de inmunoterapia contaba con recursos exclusivos del Instituto de Biomedicina, que también forma parte de la UCV y del Hospital Vargas en las áreas de docencia e investigación, este año se creó la Fundación para el Estudio Inmunológico del Cáncer. La idea nació para obtener fondos de parte de todo aquel que desee aportar su granito de arena, como ya ha ocurrido con organizaciones internacionales interesadas en el estudio.

     No obstante, se han presentado algunas trabas que han impedido su operatividad al 100%, sobre todo en relación con el déficit de personal médico oncólogo en el país. El motivo: la fuga de cerebros. “Hace 5 años había una alta demanda de médicos, pero ahora muchos se van al graduarse a Europa, especialmente España, Italia, Portugal; así como Estados Unidos y Australia por los amplios beneficios económicos. Por eso se ofertan 100 cupos y solo acuden 20 aspirantes”, puntualizó Borges.



lunes, 26 de noviembre de 2012

Doctor Convit desmiente que autovacuna contra el cáncer se esté aplicando en humanos

A través de un comunicado, el doctor Jacinto Convit García explicó que el proyecto de autovacuna contra el cáncer que ha estado desarrollando, junto al Servicio Autónomo Instituto de Biomedicina, aún no se está aplicando en seres humanos, esto hasta que culminen los estudios preliminares y se cumplan las instancias científicas para su aprobación final.

"En los últimos meses hemos visto con preocupación, la creciente divulgación de anuncios no oficiales acerca de la colocación de dicha vacuna, tanto en nuestra institución como en otros organismos asistenciales públicos y privados. Por lo tanto, exhortamos responsablemente a la comunidad asistencial, gremios de salud y ante todo a nuestros pacientes (a quien debemos todos nuestros esfuerzos) a hacer caso omiso a tales anuncios, actualmente difundidos a través de las redes sociales", expresa Convit en el documento.

También aclaró que actualmente existen en el mercado productos biológicos similares, manufacturados bajo principios semejantes al prototipo que desarrolla, pero que de ninguna manera son promovidos para su uso por parte de la institución que representa y su grupo de investigadores.

"Invitamos a los pacientes a no colocarse ni participar en ningún tipo de terapia alternativa que les sea ofrecida bajo la etiqueta de autovacuna contra el cáncer del doctor Jacinto Convit, a la vez que suplicamos que tengan a bien denunciar cualquier hecho irregular ante las instancias acreditadas a nuestra institución (vía correo electrónico a direccion@biomedicina.org.ve)", explica el comunicado.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Reflexiones N° 1


La grandeza de los verdaderos médicos


domingo, 11 de noviembre de 2012

Jacinto Convit recibió el doctorado honoris causa de la Universidad Nororiental Gran Mariscal de Ayacucho


 
 
 
 
Para el médico venezolano Jacinto Convit, conocido por sus trabajos para desarrollar vacunas contra la lepra y la leishmaniasis, la clave para resolver los problemas de la salud está en el esfuerzo. El científico de 99 años de edad recibió ayer el doctorado honoris causa de la Universidad Nororiental Gran Mariscal de Ayacucho, como reconocimiento por sus aportes a la investigación en Medicina.
 
“Creo que hay que hacer un esfuerzo para evitar el deterioro que la salud en Venezuela. No me siento como un modelo. Mi mérito fue tener una dedicación profunda, que trajo como consecuencia lo que se logró contra las enfermedades”, afirmó al recibir la distinción.
 
Señaló que el país necesita de más y mejor educación para construir la república. Insistió en la necesidad de trabajar para lograr el tratamiento de enfermedades que aún se consideran incurables.
 
Ana Federica Convit, nieta y miembro del equipo de investigación del médico, recordó la entrega del científico para el mejoramiento de la calidad de vida de quienes padecen alguna enfermedad. “Él se internó en Cabo Blanco y dijo que no se retiraba de ahí hasta no lograr una cura contra la lepra. Hace cinco años se propuso conseguir una solución terapéutica alternativa contra el cáncer”, expresó.
 
Recordó que pese a su edad avanzada, Convit encabeza una investigación que desarrolla el Instituto de Biomedicina para buscar una vacuna contra el cáncer, especialmente contra el de mama. Señaló que aún están en fase experimental y de documentación. Desmintió que haya necesidad de voluntarios para probar el tratamiento. Sin embargo, no descartó que se soliciten en el futuro.
 
“Estamos investigando y comprando equipos para seguir trabajando. Hay que tener paciencia, respetar los protocolos de investigación y las normas. Trabajamos con mucha fe en lo que propone mi abuelo para ofrecer un tratamiento terapéutico para cáncer de mama y, posteriormente, en vías digestivas”, destacó.
 
Agregó que el instituto también desarrolla un proyecto de atención médica, asistencia social y educación en general para las comunidades warao que habitan en el Delta del Orinoco.
 

Por unanimidad
 
El rector de la Universidad Nororiental Gran Mariscal de Ayacucho, Edgar Ortiz, destacó que el otorgamiento del doctorado honoris causa a Jacinto Convit fue una decisión unánime de las autoridades de esa casa de estudios con motivo del 25º aniversario de su fundación.
 
El docente destacó el espíritu de lucha y la sensibilidad del médico venezolano para abordar el estudio de la Medicina. “Se requiere conocimiento científico y la calidad humana para hacer lo que hizo, Trabajó con mucha escasez de recursos en un medio dificultoso, sin posibilidades tecnológicas. Aún así se dedicó e incorporó a médicos venezolanos a su investigación. Gracias a Dios y a su investigación se logró encontrar la vacuna contra la lepra”, dijo.







 

martes, 6 de noviembre de 2012

Otorgarán a Jacinto Convit doctorado honorario

martes 06 de noviembre de 2012 10:38 AM
Agencias / Caracas



 

La Universidad Nororiental Privada Gran Mariscal de Ayacucho conferirá el doctorado honoris causa al médico venezolano Jacinto Convit, en acto que se efectuará en Caracas el próximo jueves.
 
El anuncio lo hizo Francisco Astudillo Gómez, secretario general de la casa de estudios. Agregó que el Consejo Universitario decidió por unanimidad conferir la distinción a Convit, en reconocimiento a su dilatada trayectoria científica dedicada a la investigación en salud y en particular al combate de enfermedades de la piel, como la lepra y la leishmaniasis.
 
Explicó que el acto, que forma parte de la celebración de los 25 años de la universidad, se realizará en la residencia de Convit y contará con la presencia de las autoridades de la Unpgma, encabezadas por el rector Edgar Ortiz; del presidente de la Asociación Civil Promotora de la universidad, Arístides Maza Tirado, y del Círculo de Periodismo Científico de Venezuela, que dirige por Luis M. García.
 
Convit, de 99 años de edad, ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1987.

jueves, 18 de octubre de 2012

Reflexiones con Jacinto Convit

OPS "Heroe de la Salud Pública" El  Dr. Jacinto Convit es un experto de renombre mundial en la lepra y enfermedades tropicales. En 1988, fue nominado para el Premio Nobel de Medicina por su trabajo en el desarrollo de vacunas contra la lepra y la leishmaniasis. Incluso aproxima a los 100 años de edad, el Dr. Convit sigue haciendo valiosas contribuciones a la medicina, ahora dirige un equipo de investigadores que trabajan para crear una vacuna contra el cáncer.







miércoles, 26 de septiembre de 2012

y todavía no se cansa...


Bienvenido



A algunas personas les llega un momento que después de tanto y tanto trabajar  se cansan y deciden: “yo mejor no voy a trabajar más”. Algunas personas, inclusive, tienen la fortuna de poderse jubilar, si le dedicaron mucho tiempo a una empresa sea pública o privada, y gozan de la protección de las leyes y el seguro social, pues, se jubilan. Sin embargo, hay unas personas muy extrañas y particulares, que a pesar de haber comenzado a trabajar desde muy jóvenes, ni se cansan, ni se jubilan.

  Queremos hablar  de un señor que todas las mañanas se levanta, se afeita, se pone la corbata y encima, la bata de médico. Este señor trabaja todos los santos días del mundo y trabaja en cuestiones vitales, literalmente vitales, importantísimas para la humanidad toda y no exagero en lo más mínimo. El detalle maravilloso es que este señor, aparte de haberle dedicado su vida a la ciencia, acaba de cumplir  99 años, le falta uno para el siglo y como si nada.  Hablo, por supuesto, de Jacinto Convit.

  El Doctor Jacinto Convit, nació el 11 de septiembre de 1913, en  la Parroquia de La Pastora, en Caracas. Es hijo de Francisco Convit y Flora García de Convit. Es el segundo de cinco hermanos. Cursó sus estudios de Educación Primaria en el Colegio San Pablo y Educación Secundaria en el Liceo Andrés Bello. En la Universidad Central de Venezuela egresa en octubre de 1938 con el título de Doctor en Ciencias Médicas, a los 25 años de edad. Se une en matrimonio con Rafaela Marotta D’Onofrio y es padre de cuatro hijos varones: Francisco, Oscar, Antonio y Rafael.

  Desde muy temprano, Jacinto Convit, se dedica a la investigación y ha logrado descubrimientos magníficos. El 1 de enero de 1962, por ejemplo, se crea la División de Dermatología Sanitaria, para ampliar las fronteras de la División de la Lepra y empieza  a trabajar para combatir la lepra y logra una vacuna muy importante en este sentido. Una de las mayores contribuciones de Convit, que le ha dado más relieve internacional, es el desarrollo de un modelo de vacunación contra la lepra.

  Demuestra por primera vez que una mezcla de Mycobacterium leprae con BCG producía una lisis total del agente de la lepra cuando era inyectado en pacientes lepromatosos. En los últimos años Convit y su grupo de colaboradores ha centrado su interés en el uso en gran escala de la vacuna desarrollada, no sólo para la inmunoterapia de los enfermos lepromatosos y Borderline, sino para la inmunoprofilaxis de los contactos con pacientes lepromatosos. Sus resultados de las experiencias con la vacuna han sido presentados en más de veinte trabajos. Con igual orientación metodológica ha desarrollado la lucha contra la leishmaniasis.

  En la crónica que en el día de su cumpleaños, publicó el diario Tal Cual, leíamos esto:

  “Convit, causó un revuelo social y médico en 2010, cuando una investigación que había iniciado cuatro años atrás se dejó colar a los medios de comunicación: Convit trabaja en una autovacuna experimental contra el cáncer, enfermedad crónica degenerativa que implica un descontrol en la multiplicación de las células y la responsable del 21% de las muertes anuales en el mundo.

El revuelo por la filtración de la información acaparó la atención de medios, especialistas y pacientes. El tratamiento se basa en la combinación de células cancerígenas procesadas e inactivas del paciente, junto con el BCG. “Al aplicarla hemos notado una estimulación inmunológica al organismo para localizar las células tumorales y, en algunos casos, neutralizarlas”, explicó Convit.

  Esto fue apenas hace dos años, porque como decíamos al principio, no ha parado para nada de trabajar. Es reconocido entre los investigadores más importantes del mundo. Le ha rendido tributo la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud. Como decíamos, todos los días se levanta y va a trabajar en el instituto de Biomedicina, que fundó hace ya más de 25 años, que está en la vanguardia en la investigación en el área de la dermatología, especialmente en lo relativo a padecimientos está a la vanguardia de la investigación en el área de la dermatología, especialmente en lo relativo a padecimientos como Lepra, Leishmaniasis, Oncocercosis, Tuberculosis, Parasitosis Intestinales, Diarreas infantiles, Micosis y otras afecciones.

  En la página web del Doctor Convit, este hombre que estuvo nominado en alguna oportunidad al Premio Nobel de Medicina, se lee: “El Premio Nobel no me quita el sueño, la cura contra el cáncer si”.

  Además de sus méritos, hay que hablar de su extraordinaria calidad humana. Es un ejemplo para todos, como hombre, como científico, como venezolano.


 En su página, al final se lee: “A Jacinto Convit como dermatólogo, sanitarista, docente e investigador, le corresponde un sitial difícil de superar. Su obra es el producto de un gran esfuerzo y de una gran pasión por la verdad científica. Los que hemos sido sus discípulos vemos en él un ejemplo a imitar y un camino a recorrer. La Humanidad está en deuda con Jacinto Convit, infatigable trabajador, quien ha dedicado su vida al servicio de la Medicina humana”.

   Y  a  sus 99 años, todavía no se cansa.

Cesar Miguel Rondón

viernes, 14 de septiembre de 2012

Salud del Distrito Capital rinde tributo al doctor Jacinto Convit


PRENSA WEB RNV/ PRENSA MPPS
14 Septiembre 2012, 07:12 PM

Con motivo de celebrarse el cumpleaños número 99 del científico venezolano doctor Jacinto Convit, la Dirección Estadal de Salud del Distrito Capital le hizo entrega de una placa y una medalla de reconocimiento por su destacada y desinteresada labor en favor de la humanidad.


El doctor Jacinto Convit, director del Instituto de Biomedicina, es el descubridor de las vacunas contra la lepra y contra la leishmaniasis, entre otros trabajos científicos, a los que se agrega una investigación que ha adelantado durante los últimos años para curar el cáncer.


A este respetado médico, con una amplia trayectoria, le fue otorgado el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1987. Posee alrededor de 45 condecoraciones otorgadas por diversas universidades venezolanas y extranjeras. 



La carrera y proyección de la obra del doctor Convit a nivel internacional es amplia, tanto así que el instituto de Biomedicina recibe becarios enviados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) provenientes de América, África y Asia. En 1971, el doctor fue nombrado por la OMS como director del Centro Cooperativo para el estudio Histológico y Clasificación de la Lepra, cargo que continúa desempeñando.



El director Estadal de Salud del Distrito Capital, doctor Pedro Salazar, manifestó su más profunda admiración por el trabajo desempeñado por el doctor Convit durante su trayectoria profesional en pro de la salud. Por tal razón, señaló "continuaremos este reconocimiento con una Jornada Integral de Salud que llevará el nombre del Dr. Jacinto Convit". La actividad se realizará el próximo sábado en La Guzmania (casa de campo del ex presidente Guzmán Blanco), ubicada frente a la estación del Metro Mamera en la parroquia Antímano del municipio Libertador.



Salazar indicó que la referida jornada contará con servicios de salud como: Unidades Móviles del IPASME con odontología y medicina general, Nutrí puntos del Instituto Nacional de Nutrición, expedición y renovación de licencias de conducir, Barrio Adentro Móvil, Misión Niño Jesús. Además ofrecerá Mercal, Cultura Corazón Adentro, CANTV, Mi Casa Bien Equipada, Misión Identidad, asesoría del Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras, Min-Ambiente y asesoría jurídica.



Finalmente, el doctor Salazar invitó a todos los habitantes de la ciudad capital a participar en la actividad, la cual iniciará a partir de las 8:00 a.m. 


martes, 11 de septiembre de 2012

El insigne médico venezolano Jacinto Convit cumple 99 años


analítica.com

Reconocido por desarrollar la vacuna contra la lepra, nominado al Premio Nobel de Medicina, objeto de numerosos reconocimientos en Venezuela y el mundo, entre ellos el  premio Príncipe de Asturias, este ilustre científico venezolano continúa, a los 99 años, al frente del Instituto de Biomedicina, realizando valiosos aportes a la investigación en nuestro país









   Foto: Google
Jacinto Convit, uno de los médicos más insignes de Venezuela y el mundo, por su lucha contra la lepra, la leishmaniasis y el cáncer (habiendo desarrollado vacunas para combatir estas enfermedades), cumple hoy 99 años de vida, de los cuales ha dedicado al menos ochenta, al estudio de la medicina, para (como él ha referido), ayudar a la gente. Así lo reseña notitarde.com.

Convit nació el 11 de septiembre de 1913, en la parroquia La Pastora de Caracas. Inició sus estudios en medicina en el año 1932, cuando ingresa a la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, de donde egresa en 1938 a los 25 años de edad con el título de Doctor en Ciencias Médicas.

Según datos reflejados en la página web del Instituto de Biomedicina (del cual es fundador), Jacinto Convit se ha dedicado al estudio de la lepra y su tratamiento desde poco después de graduarse, cuando se inscribió como médico residente de la Leprosería de Cabo Blanco en Maiquetía, para posteriormente desempeñarse como director de las leproserías nacionales en el año 1945. En los años 80 junto a un grupo de investigadores, consiguió crear la vacuna que combate esta enfermedad.

El médico se dedicó además a cerrar leprosarios en Venezuela (primer país en el mundo en hacerlo, como él mismo lo afirmara en una oportunidad), junto a un grupo de especialistas y gracias a los diversos estudios que desarrollara en torno a esta enfermedad, para evitar asimismo, la discriminación hacia las personas que la padecían.

Convit desarrolló en 2010 vacuna contra el cáncer

En 2010 se da a conocer de su mano, el desarrollo de una vacuna contra el cáncer, misma que es presentada luego de tres años de investigación con inmunoterapias en pacientes con riesgos de padecer esta enfermedad. La vacuna ayuda a combatir los casos oncológicos de mama, colon, estómago y cerebro.

En este aspecto, para el momento, Convit explicó que cada paciente sería sometido a un tratamiento diferente, de acuerdo al tipo de circunstancia. Así, sería suministrado en el Hospital Vargas al finalizar el proceso de efectividad que aún continúa llevándose a cabo y su aplicación sería totalmente gratuita.

Es importante destacar que el investigador posee una larga lista de premios, reconocimientos y nominaciones por su importante desempeño en el desarrollo de tratamientos de enfermedades altamente delicadas y que han significado un antes y un después en la historia científica del mundo, es por esto que en 1988 Convit fue nominado al Premio Nobel de Medicina por descubrir la vacuna para la lepra y la leishmaniasis. De igual forma se ha hecho de varios títulos Honoris Causa emitidos por diferentes instituciones nacionales e internacionales.

Fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias

Tiene en su haber además un premio Príncipe de Asturias a la Investigación Científica y Técnica. Es director del Centro Colaborador para Referencia e Investigación en Identificación Histológica y Clasificación de la Lepra de la Organización Mundial de la Salud desde 1971.

Recibió además la Legión de Honor del Gobierno francés, convirtiéndose así en una de las primeras personas extranjeras en recibir este reconocimiento, el más importante galardón del país galo, por su constancia en la búsqueda del bienestar social.

Jacinto Convit, hoy a sus 99 años de edad, ha logrado innumerables avances en la medicina en el tratamiento y prevención de terribles enfermedades. Aún continúa trabajando desde su laboratorio en Caracas en la investigación de nuevos métodos para combatir difíciles afecciones como el cáncer.

Para Convit, los logros alcanzados en su profesión se han producido a través del amor por lo que hace y cree además que “los sentimientos de amor hacia el ser humano van a estimular la vocación de servicio, que no es otra cosa que pura y simplemente un profundo amor a la vida”.

viernes, 6 de julio de 2012

Jacinto Convit: Un ejemplo de 98 años de paz escrito


por Briggileet Loaiza



Proyección Mundial


Es amplia la carrera y proyección de la obra de Convit a nivel internacional. El instituto de Bio-Medicina recibe becarios enviados por la OMS/OPS provenientes de América, África y Asia. En 1971 Convit es nombrado por la OMS Director del Centro Cooperativo para el estudio Histológico y Clasificación de la Lepra, dirección que continúa desempeñando.
En 1968 es nombrado Presidente de la Asociación Internacional de la Lepra (ILA) y reelecto en 1973. En 1968 fue designado Presidente de la International Journal of Leprosy Corporation. En 1976 fue electo Director del Centro Panamericano de Investigación y Adiestramiento en Lepra y Enfermedades Tropicales.
Convit ha recibido múltiples homenajes por parte de estudiantes de educación media, quienes lo han designado padrino de sus promociones. También varias promociones de médicos egresados de diferentes universidades nacionales llevan su nombre.
Ha recibido el Premio "Ciencia y Tecnología 1990", otorgado por la República de México, el Premio Español "Príncipe de Asturias", el Premio "José Gregorio Hernández" de la Academia Nacional de Medicina y el "Abraham Horwitz" de la Organización Panamericana de la Salud, así como varios títulos Honoris Causa, tanto de academias nacionales como internacionales.
La Sociedad Venezolana de Microbiología le concede el Premio "Luis Daniel Beauperthuy" el día 6 de noviembre de 1972, por sus grandes aportes a la ciencia universal. El 21 de febrero de 1991 recibe un merecido homenaje por parte del Congreso Nacional de Venezuela. Ha sido nominado para el Premio Nobel; pero más de una vez ha mencionado que su único sueño es ver la lepra erradicada de la faz de la tierra.
La obra de Convit es producto de un equipo humano de gran talla intelectual. No se cansa de hacer esta aclaratoria. El supo reconocer desde su juventud que el éxito se logra con el trabajo en equipo.
La Humanidad está en deuda con Jacinto Convit, infatigable trabajador, quien ha dedicado su vida al servicio de la Medicina humana iii.





Mirada al Delta del Orinoco






El instituto de Biomedicina y por dirección de Jacinto Convit se lleva a cabo un programa de sanidad a la población Warao en el Delta del Orinoco, Edo. Delta Amacuro dónde centenares de pobladores se ven afectados por tuberculosis, cuadros diarreicos y otras enfermedades debido a la contaminación del agua de consumo. El investigador hizo contacto con misioneros que viven dentro de la comunidad para que un grupo de médicos, expertos en agua, ingenieros y arquitectos especialistas en medios de energía alternativa ayudaran a mejorar el estilo de supervivencia de los habitantes de la comunidad Warao.
El Dr. Convit propuso la creación de un centro de enseñanza educativa para minimizar los grandes problemas de contaminación que afecta a esta etnia importante de Venezuela. Esta institución está estrechamente ligada a otras actividades tanto de salud como formación de la nueva generación de líderes de comunas warao, que comprendan más los problemas que se han ido penetrando en sus comunidades por el mundo modernizado, a fin de garantizar su supervivencia a futuro, primero como seres humanos y segundo como etnia milenaria, que ha sobrevivido desde aproximadamente 17.000 años iv.



Héroe de la paz



A Jacinto Convit, como dermatólogo, sanitarista, docente e investigador, le corresponde un sitio difícil de superar. Su obra es el producto de un gran esfuerzo y de una gran pasión por la verdad científica.
Los avances médicos sirvieron de base para el programa de Poliquimioterapia de la Lepra, difundido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en todos los países endémicos, suministrándose sin costo alguno los medicamentos para tratar a todos los enfermos existentes. Este programa funciona actualmente v.
Numerosos investigadores de los 5 continentes se han aprovechado de sus investigaciones sobre medicina tropical para alcanzar la cura a los problemas de salubridad.
Jacinto Convit en Julio 2007, publicó una carta titulada Mí querida Venezuela, en la cual redacta su amor el país que lo formó. En ella narra su pasión por la ciencia como arte humanitario:
…Lo mejor que tienes (Venezuela) son tus hijos, particularmente las nuevas generaciones. De ellas queremos ocuparnos con lo mejor que hemos aprendido: nuestro amor por la ciencia. Tenemos el empeño de acercar la cultura científica a las nuevas generaciones a través de documentales que favorezcan su interés por la vida, por la investigación, la solidaridad con el prójimo, el desarrollo de un espíritu curioso y crítico… Deseamos que la valoración que se tenga de tus mejores centros de saben tus universidades autónomas, sea una cultura cultivada desde tus escuelas. vi
Lo sorprendente de este hombre es que aun con sus 98 años de edad está en plenas facultades mentales y aun sigue con su amor por la nación y se siente identificado con el dolor del prójimo que lo ha llevado a afirmar: “para que he de jubilarme, cuando muera descansaré bastante”. Esta misma convicción ha sido su fuerza, su medicina, su juventud.
Hay una frase de un predicador protestante estadounidense que lo describe perfectamente: “De hoy a cien años a quien le importará el éxito que hayas tenido o la comodidad con que hayas vivido, lo que va a importar es en que invertimos nuestra vida”, y este hombre ha hecho que la suya y la de millones de enfermos valga la pena.

domingo, 1 de julio de 2012

PERFIL: Jacinto Convit, humanidad vuelta ciencia


sábado 30 de junio de 2012 09:32 AM
Maidolis Ramones Servet / Maracaibo




“¡Quítenle las cadenas porque ése es un ser humano!”, gritó un médico residente a dos funcionarios de seguridad armados que traían, en contra de su voluntad, a un paciente a la Leprosería de Cabo Blanco, ubicada en Maiquetía, estado Vargas.




Corría el año 1938 y el médico era Jacinto Convit quien, con apenas 24 años iniciaba una cruzada contra la lepra que, por amor al enfermo, no abandonaría nunca, ni incluso hoy, a sus 98 años de vida.
“Los enfermos eran aislados a la fuerza, legalmente, pero a la fuerza. Era lo que se llamaba aislamiento compulsorio, donde el paciente e inclusive los familiares sufrían la presión de las autoridades sanitarias”, recuerda el médico venezolano, reconocido mundialmente por haber encontrado, en 1987, la vacuna contra la lepra, una enfermedad históricamente incurable, mutilante, vergonzosa y estigmatizada, desde al menos dos mil años antes de Cristo.

“Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes. Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo”, se señala en La Biblia (Levítico 13, 1-2).

Para Jacinto, más allá de ser premiado por la Organización Panamericana de la Salud, estar en la lista de los hombres más valioso de la Organización Mundial de la Salud, ser premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica (1987) y tener una nominación al Premio Nobel de Medicina (1988), su mayor logro con sus investigaciones y vacuna es haberle devuelto los derechos humanos a los pacientes con lepra.

“Nunca ha trabajado para ser famoso o reconocido, mucho menos rico. Su trabajo incansable y apasionado ha sido por amor a la humanidad. No es un científico que inspire miedo o distancia. Su presencia es sinónimo de respeto, paz y dedicación”, describió Ignacio Moreno, psicólogo social, quien trabaja directamente con Convit en la producción de herramientas comunicacionales para la difusión de avances científicos.

Jacinto Convit García nació el 11 de septiembre de 1913, en la populosa parroquia La Pastora, de Caracas, fue uno de los cuatro hijos de un español de origen catalán nacionalizado venezolano, Francisco Convit y Martí, y de madre venezolana Flora García Marrero, de origen canario. Se trataba de una familia consolidada, si se quiere pudiente y de consagrados valores, que se vio enfrentada a una sorpresiva crisis económica.

“El papá de mi abuelo perdió la mayor cantidad de su dinero en una especie de fraude o negocio familiar. Fue robado o engañado por otro miembro de la familia. Mi abuelo me cuenta que hubo una época en la que se prestaba los zapatos con los hermanos para poder ir al colegio”, contó su nieta, Ana Federica Convit, a quien con cariño todos llaman “Kika”.

Los ojos, azules y de mirada penetrante de Convit, hubieran preferido quedar ciegos antes de mirar con asco o desprecio a un paciente con lepra o con cual otro tipo de enfermedad.

“De niño, me cuenta que lloraba cuándo veía a un enfermo. Poseía una especie de don para sentir lo que el paciente estaba sufriendo y lloraba, lloraba mucho. Creo que colaborar con acabar con el sufrimiento de la humanidad fue lo que lo llevó a ser médico”, afirma Kika.

Es tal su sensibilidad que después de más de 70 años de ejercicio profesional inagotable, ve a un paciente con la misma sensibilidad con que hizo una revisión médica la primera vez: “Los trata con un respeto y una delicadeza increíbles. Otro en su lugar y con tanta trayectoria pudiera pensar que se trata de un enfermo más, pero no, cada paciente para él es único”, reafirmó Ignacio Moreno.

En La Pastora de principio del siglo XX, Jacinto era un niño más. Confiesa que sus juegos favoritos era el trompo de madera y la perinola. Quienes más influyeron en su vida fueron sus padres, extremadamente dedicados al hogar, y su tía Teté, Enriqueta Callejas, quien vivía con la familia y de quien Convit ha expresado melancólico que “era un ser de esos que forman parte de la historia que pasó y no se volverá a repetir”.

Creció en un ambiente cálido y conservador, cuya familia era asidua a acudir a la misa los domingos.
“Era una iglesia bella... la iglesia de La Pastora. Yo aprendí a leer en una escuelita que dirigía una señora de apellido Betancourt. Después entré al colegio San Pablo, que era una institución familiar comandada por los hermanos cumaneses Martínez Centeno, descendientes del Mariscal Sucre. Allí cursé toda la primaria. Y entonces pasé al liceo (Andrés Bello de Caracas), donde me dio clases Don Rómulo Gallegos. Poca gente sabe que él era profesor de Matemáticas, una materia que conocía muy a fondo. Le saqué 20 puntos. Gallegos no pudo seguir en el liceo porque lo expulsaron del país: eran los tiempos de Gómez”, relató Convit, durante una entrevista.

En una biografía titulada “Convit: un médico en la calle”, el escritor Vicglamar Torres, cita la admiración del científico por un hecho natural tan impactante que toca lo mágico: miles de mariposas bajaban de la montaña hacia las calles de La Pastora. “¡Eso sí era una belleza. Era la vida y punto! Nosotros las cazábamos con unas mallitas improvisadas. Con los años, leí a García Márquez. Cien años de soledad estaba cogiendo fama. Cuando leí lo de las flores amarillas, dije: ¡Hum!, éste como que vivió en La Pastora!”.

Pese a las precariedades, Jacinto logró inscribirse en la Universidad Central de Venezuela (UCV), el 19 de septiembre de 1932, recién cumplidos los 19 años.

“El rector era (el médico venezolano) Plácido Rodríguez Rivera, nombrado por Juan Vicente Gómez. Fue nombrado por un dictador y era un hombre sólido, fuerte de carácter, muy educado, pero nada de injusticias y cosas de la dictadura”, relata Convit.

El día de las inscripciones en la universidad, Jacinto iba junto a un grupo de alumnos nuevos por las escaleras, rumbo al segundo piso del edificio, donde se realizaba el papeleo. “Ésta es una casa de estudios y de respeto”, les dijo Rodríguez Rivero. “Entonces la cosa era como que importante para aquella época. No sabíamos que era el rector, pero estaba allí parado al final de la escalera”, describe.
Pasado el segundo año lo trasladaron al Hospital José María Vargas para hacer estudios químicos, anatomía topográfica y autopsias.

Cada día su afán de estudio aumentaba. Después del cuarto año se le asignó a él y a su grupo de compañeros el cuidado de los enfermos del hospital.

Era un hombre de contextura gruesa y rasgos atractivos que, en 1937, cautivó la mirada de una enfermera llamada Rafaela Marotta D'Onofrio , quien flechó su corazón por siempre y para siempre. “Mi abuela, era una joven muy bonita. Con una silueta bien formada y un pelo negro muy cuidado. Ella le regaló una foto cuando él se internó en la leprosería para que siempre, a pesar de la distancia, recordara lo linda que era”, relata Kika.

Siendo estudiante de medicina, Convit hizo una visita a la Leprosería de Cabo Blanco y quedó impresionado. “Fue una visión profundamente dolorosa. Era un grupo muy grande de pacientes. No tenían tratamiento y estaban execrados, rechazados por una sociedad profundamente egoísta, incapaz de entender el dolor humano. Entonces, en esa oportunidad sentí un gran deseo por trabajar con esa gente, de ver qué se podía hacer por ellos y me decidí a a trabajar en los aspectos médicos de esa enfermedad”, describió Convit, durante el programa Los Imposibles, del escritor venezolano Leonardo Padrón.

Josefina Fernández, de 88 años y una de las pacientes de Jacinto Convit en el leprocomio, confirma la tragedia social, y sanitaria de la lepra: “Llegué a Cabo Blanco de 8 años. La gente joven no se imagina lo que es un flagelo así, que hasta tu familia te reniegue y te encierren. El doctor buscó curarnos de todas las formas posibles. Nos alivió el cuerpo y el corazón”.

La imagen de ese lugar de enclaustramiento y destierro social quedó plasmada en la memoria de Convit. “Eran seres condenados a un aislamiento impuesto por la ley, separados de sus familias, y que tenían que adquirir una nueva personalidad: la del enfermo de lepra”, contó.



Un año después, ya a punto de graduarse, los médicos Martín Vegas y Pedro Luis Castellanos le ofrecieron el cargo de médico residente de la leprosería. Para cualquiera hubiera sido un castigo, para Convit, un sueño hecho realidad.

El sueldo, lo de menos para Jacinto, era de 1.500 bolívares mensuales. Sin pensarlo dos veces lo aceptó y una vez adentro no paró de trabajar. Conviviendo con los enfermos, compartiendo su dolor y luchando por conseguir la cura de la enfermedad que los aquejaba. Durante 15 años, se aisló como un paciente de lepra más.

“Él es un hombre ajeno a los problemas. No le gusta que nadie le llegue con conflictos. Pide y trabaja soluciones”, expresó Elsa Rada, bióloga inmunoparasitóloga, quien trabaja en investigaciones con Convit desde hace 32 años.

La leprosería era una inmensa casona, hecha en 1906, durante el gobierno de Cipriano Castro, albergaba a 1.200 pacientes recluidos.

Jacinto cuenta, con la voz ronca y pausada que lo caracteriza, que los pacientes eran literalmente capturados donde vivían y trasladados allí. “Los que venían de zonas distantes eran traídos en barco y los de zonas más cercanas, en camión”.

El médico recuerda que la gente era “capturada” solo por sospechar que padecían la enfermedad. “Se tapaban los espejos, como si el reflejo del mal fuese a contaminar hasta las sombras”.

El paciente por el que Convit gritó a los funcionario de seguridad sanitaria venía de Maturín. “Eran como las tres o cuatro de la mañana. Llegó encadenado y acompañado de dos hombres armados. Yo me ofusqué. Los dos hombres me obedecieron y lo soltaron. El paciente estuvo relativamente poco tiempo. Como a los cuatro meses, se fugó de la leprosería. Era un ambiente inaguantable”, reafirma el científico.

“Había gente extraordinaria, pero contagiada. Más que una medicina, a veces necesitaban una conversación. A veces regañaba hasta al cura, porque se le pasaba la mano. Recuerdo que le decía: ‘ellos también son feligreses”, relató.

La lepra se trataba con aceite de chaulmoogra y se aliviaba el dolor con derivados de morfina. El aceite lo refinaba un danés, Jorge Jorgesën, químico experto que había participado en la guerra mundial. Pero el enfermo no se curaba, debía encontrar un tratamiento más eficaz.

En 1945 fue a Brasil, donde intercambió información con los estudiosos de la materia en el vecino país. Allí encontró 22.000 enfermos de lepra, también con múltiples problemas.

A su regreso fue nombrado médico director de las leproserías nacionales, cargo que desempeñó hasta 1946. Ese mismo año fue designado médico director de los Servicios Antileprosos Nacionales, y desde julio de 1946, médico jefe de la División de Lepra; correspondiéndole por tanto organizar toda la red nacional de lucha contra la lepra.

“Después de mi viaje a Brasil, llegué a la conclusión de que era necesario cerrar las leproserías como procedimiento de lucha contra la enfermedad”, afirma.

“Me acerqué a la Universidad Central y hablé con un grupo de estudiantes, jóvenes que estaban cursando cuarto y quinto año de medicina, y los engatucé. Les dije que juntos podíamos hacer un trabajo muy importante como era eliminar la hospitalización compulsoria. Catequicé a ocho o nueve estudiantes que trabajaron conmigo en la leprosería durante largo tiempo”, recuerda el médico.

Un alivio para el alma, en medio de tanta lucha apasionada era Rafaela. Luego de 10 años de amores, el 1 de febrero de 1947 se unió en matrimonio con ella para formar una pareja sólida, que pudo contar más de 60 años de compartires. De la unión nacieron cuatro hijos: Francisco (1948), Oscar (1949), Antonio y Rafael (1952), quienes son gemelos.

En el libro Testimonios de Éxitos, de María Jesús De Alessandro Bello, Jacinto describió a Rafaela como “una persona de carácter y organizada en su casa en una forma especial. Le enseñamos a los muchachos cómo se debían comportar, cómo debían trabajar y la respuesta que han dado ha sido satisfactoria”, explicó.
La leprosería cambió lentamente desde que Convit dio en ella su primer paso. Día a día, acto tras acto, ya no era un edificio oscuro donde el paciente era un ser apartado. Los enfermos se convirtieron en parte del personal de trabajo. Jacinto Convit les tendió la mano de igual a igual. Se hizo su amigo. Conformaron un equipo. Se sentían útiles trabajando en pro de una causa: acabar con la enfermedad.
“Cuando cumplí 13 años, Convit ingresó de pasante. Lo recuerdo alto, buenmozo y de grandes ojos azules. Crecí oyendo sus charlas, viendo sus investigaciones, pero nunca pensé que me curaría”, confiesa Josefina Fernández.

Pero Jacinto demostró que sí había cura. Había conformado un equipo multidisciplinario con los mismos pacientes, los ocho estudiantes de medicina, una farmacéutica de nombre Elena Blumenfeld y una laboratorista de origen argentino, que había llegado a Cabo Blanco durante una visita que efectuó el “Che” Guevara con el objeto de ver la leprosería.

“Hablé muy poco con el “Che” Guevara porque apenas pasó una noche en Cabo Blanco: al día siguiente se iba, creo, a Bolivia. (el bioquímico, amigo del Ché, Alberto) Granado se quedó un año y se fue después a Cuba”, explicó.

El doctor Antonio Wasilkouski, un farmacólogo polaco, montó un pequeño laboratorio para producir medicamentos.

“Los estudiantes nos ayudaron para organizar la forma cómo debíamos transformar a Cabo Blanco, primero en un centro de tratamiento al enfermo de lepra, no en un centro de esos de discusión de si debían o no casarse, nada de eso. Lo que íbamos a hacer era organizar a Cabo Blanco como un centro de tratamiento y curación de la enfermedad”, afirmó.

“Hicimos contacto con otros países como Brasil, Filipinas e Inglaterra, que tenía muchas colonias donde habían leproserías. Se determinó que la Diamino-Difenil-Sulfona (el llamado DDS, que era activo contra las microbacterias) era un medicamento básico importante para la curación. Posteriormente agregamos otra droga que era la clofazimina. Con esos dos medicamentos, tratamos a 500 pacientes de la leprosería y en un plazo de dos años, se curaban. Fue una verdadera revolución”, describió el científico de una memoria inagotable y sorprendentemente lúcida.

Convit, que al hablar de sus investigaciones siempre lo hace un plural, aclarando que todo los estudios en su vida han sido producto de un trabajo en equipo, presentó al Gobierno un nuevo plano de cómo debería realizarse el control de la enfermedad.

“Ese nuevo plan, era principalmente tratar a los enfermos en las áreas donde vivían para no separarlos de la familia y evitar esa tragedia que era trasladar a una persona a la fuerza a un hospital abandonando a su familia”, describió.




Con resultados en mano y un placer casi divino, el equipo de Convit se dirigió a las autoridades del, entonces, Ministerio de Sanidad para decirles: “Miren, se está cometiendo un error grave al aislar compulsoriamente a estas personas. Separarlos de sus seres queridos crea una gran tragedia en los grupos familiares y nosotros encontramos una solución”.

La consecuencia inminente de este importante descubrimiento fue el cierre de los dos leprocomios nacionales: la de Cabo Blanco y la de Providencia (Zulia), que albergaban dos mil enfermos. Venezuela fue el primer país en el mundo en cerrar las leproserías, que pasaron a ser, a mediados de los 60, servicios antileprosos nacionales.

El procedimiento ideado por los venezolanos fue la base para desarrollar el tratamiento de lepra en todos los países endémicos.

La pasión de Jacinto era compartida por su esposa Rafaela, una compañera fiel, abnegada y a quien consideraba “cariñosa, madre abnegada y apasionada. Un modelo de mujer que ya no hay”. Con ella también enfrentó un terrible momento de dolor. A los 28 años, su hijo Oscar Miguel, economista administrador graduado en Houston University, falleció en un accidente de tránsito.

“El primer impacto fue tremendo. Me causó un dolor profundo. La mamá estaba muy afectada”, señala Jacinto Convit, quien tuvo que tomar valor y mostrar una actitud serena para guiar a la familia a sobrellevar el dolor inconsolable de una muerte tan pronta, cercana, inesperada y trágica.

Ignacio Moreno considera que este fallecimiento, ocurrido a finales de la década de los 70, impulsó más a Convit a concentrarse en el microscopio, a distraer el dolor con la búsqueda de soluciones para mejorar la vida.

Sus otros tres hijos también han desarrollado el ejemplo trabajador de Jacinto: Antonio es psiquiatra y Rafael es cirujano plástico, ambos viven en Estados Unidos, donde trabajan en el Manhattan Psychiatric Center, y en el Washington Hospital de la Universidad de Washington, respectivamente. Francisco, el padre de Kika, es el único que vive en el país y se ha dedicado al comercio y a una finca donde cría caballos.

Jacinto fue impulsando la importancia de la investigación científica hasta lograr la creación del Instituto de Biomedicina, ubicado en Vargas, el 22 de octubre de 1984. Se trata del anterior Instituto Nacional de Dermatología, que desde siempre ha dirigido Convit.

Cuando se visita el apartamento del doctor Convit o su oficina, en medio de una sorprendente sencillez y los libros de ciencia, llama la atención una figura repetida de mil maneras, materiales y formas: ¡un cachicamo!

También llamado armadillo, el cachicamo es considerado el único animal capaz de infectarse con el microbacterium leprae, bacteria que provoca la lepra.

Los cachicamos decorativos en madera, arcilla y piedra vienen de las manos de amigos y pacientes que viajan y no pueden evitar relacionarlo con Convit, estudiando los aspectos relacionados a la lucha antileprosa.

El descubrimiento de la importancia de este animal en la investigación fue aporte de la científica norteamericana Elenora Stors, quien descubrió la lepra en un tipo de armadillo en EE UU.
Convit inoculó el bacilo de la lepra en estos animales y obtuvo el Mycobacterium Leprae, que mezclado con la BCG (vacuna de la tuberculosis), produjo lo increíble: la vacuna.

“La vacuna impulsada por el doctor no solo era curativa. También preventiva. Fue el fin de un estigma milenario. Un aporte indescriptible para la sociedad y los pacientes con lepra de todo el mundo”, expresa con una admiración fraternal Elsa Rada, quien guarda, como tesoro, todas las indicaciones que el doctor Convit le enviaba, entonces, en noticas de papel escritas a manos.

Posterior al descubrimiento de la lepra, el hombre, que jamás ha ejercido la medicina privada porque la considera contraria a su carácter, se dedicó a atacar la leishmaniasis, enfermedad zoonótica, cuyas manifestaciones clínicas van desde úlceras cutáneas que cicatrizan espontáneamente, hasta formas fatales con inflamación severa de hígado y bazo.

“Desarrollamos una vacuna compuesta con el parásito de la leishmaniasis, que es la leishmania, con el BCG. El tratamiento se hacía, entonces, con los antimonales pentavalentes, que son medicamentos muy caros. Preparamos esa vacuna y le economizamos al país dos millones de dólares por año”, dijo Convit.

Nunca ha dejado de trabajar. Así de simple lo resumen sus compañeros, amigos y colaboradores.
“Cuando yo llegué aquí, el doctor Convit tenía 77 años. Me advirtieron que me prepara porque trabajaba mucho, sobre todo, trabajo de campo. Yo, sinceramente, vi que era un señor mayor y me dije: ‘¿Será que dará la batalla?’. Pero no solo la daba. Era una energía y una vitalidad increíbles. Era el primero que se montaba en el carro. Nos íbamos a las zonas rurales a hacer chequeo de los pacientes. Visitábamos muchos. Nosotros nos alegrábamos cuando la señora Rafaela nos acompañaba porque ella era la única que se atrevía a regañarlo: ‘Pero Jacinto, ¿tú no piensas dejar denscansar a los médicos?’, le decía”, rememora Héctor De Lima, biólogo que trabaja en leishmaniasis en el área de epidemiología e investigación.

Lo que más sorprende a Héctor es la capacidad de entendimiento de Convit. “Siempre hacemos planes a largo plazo. Hace cuatro años hicimos un plan para dentro de 10 años. Tiene toda la carga administrativa del instituto, los compromisos laborales y además está pendiente de todas las investigaciones que se realizan. Puede estar hablando contigo y firmar un papel para otra cosa y luego atender otra persona que le hablará de otro tema totalmente distinto. A pesar de sus años, nunca se ha pensado en sustituirlo y creo que alguien que lo sustituya como tal no lo habrá”.

El espíritu inagotable, que lleva a cuesta un cuerpo que nunca ha saboreado una calada de cigarrillo, ni tomado una como de alcohol; causó un revuelo social y médico en 2010, cuando una investigación que había iniciado cuatro años atrás se dejó colar a los medios de comunicación: Convit trabaja en una autovacuna experimental contra el cáncer, enfermedad crónica degenerativa que implica un descontrol en la multiplicación de las células y la responsable del 21% de las muertes anuales en el mundo.

El revuelo por la filtración de la información acaparó la atención de medios, especialistas y pacientes. Su nieta Kika acababa de llegar de Estados Unidos y se unió al grupo de trabajo.

El tratamiento se basa en la combinación de células cancerígenas procesadas e inactivas del paciente, junto con el BCG. “Al aplicarla hemos notado una estimulación inmunológica al organismo para localizar las células tumorales y, en algunos casos, neutralizarlas”, explicó Convit. En medio de críticas y aplausos, el estudio se ha llevado a cabo con un reducido grupo de pacientes en los que ha tenido resultados satisfactorios.

Pero desde el año pasado, el Instituto de Biomedicina ha extrañado la presencia de Convit, próximo a cumplir 99 años.

En mayo de 2011 fue sometido a una cirugía a estómago abierto por una úlcera perforada. Una intervención riesgosa para una persona de cualquier edad.

“El cirujano que lo operó, casualmente, es amigo mío y estaba muy preocupado. Me dijo que tenía miedo por su edad, pero ya a la semana el doctor Convit estaba en su casa”, cuenta Héctor De Lima.

Sin embargo, un mes después recibiría un golpe mucho mayor. Rafaela, su compañera de toda la vida, falleció a los 90 años producto de un enfisema pulmonar. “Creo que eso fue lo que más le pegó al doctor. Ellos eran el uno para el otro. Una pareja ejemplar. Él estaba muy pendiente de ella y ella de él”, señala De Lima.

Kika señala que su abuelo es poco asiduo a hablar de situaciones tristes, por lo que la muerte de su hijo y la de su esposa no son temas de conversación que salgan a flote. “El año pasado fue duro para mi abuelo. Mi abuela era una mujer muy astuta y lúcida. La que recordaba todas las fechas y acontecimientos de la familia. Sin embargo, mi abuelo ha aguantado y está fuerte”, dijo la nieta.

Jacinto continúa, desde su apartamento, firmando los documentos del instituto y reuniéndose con los investigadores para conocer los avances del instituto. Pero todos manejan la expectativa de verlo entrar nuevamente a la edificación con el culto a la sencillez, al respeto y al amor que lo caracterizan.
“Para mí es un santo. Nunca le ha cobrado a un paciente ni un céntimo. Al contrario, a veces les daba dinero a los de pocos recursos. Es un honor trabajar con él y haberlo conocido. No creo que vuelva a ver a otro como él, ni siquiera creo nazca alguien igual”, dijo Julio Urdaneta, fotógrafo del Instituto de Biomedicina.

Convit está en su apartamento, como lo ha dicho en otras oportunidades, el premio Nobel no le quita el sueño, la cura contra el cáncer sí.

“Dedicó cuerpo y alma a luchar contra la lepra. Tengo mucha fe en sus investigaciones. Si venció la lepra, seguro que lo hará con el cáncer”, dice Josefina Fernández, una de las pacientes de Cabo Blanco, de esos enfermos por los que Convit era capaz de ofuscarse ante un funcionario de seguridad sanitaria, como lo hizo ante aquella imagen del leproso encadenado que, gracias a Jacinto, ningún venezolano tendrá motivo de presenciar jamás.