LATIENDO EN LA CUEVA
Por Andrés Correa
"Los sentimientos de amor hacia el ser humano estimulan la vocación de servicio,
que no es otra cosa que un profundo amor a la vida. La profesión médica no es una profesión
para dedicarse a producir dinero. El que abraza esta profesión, tiene que tener
un convencimiento profundo de que es un servidor público, en todo sentido"
Jacinto Convit
que no es otra cosa que un profundo amor a la vida. La profesión médica no es una profesión
para dedicarse a producir dinero. El que abraza esta profesión, tiene que tener
un convencimiento profundo de que es un servidor público, en todo sentido"
Jacinto Convit
97 AÑOS CUMPLIÓ ayer Jacinto Convit García, y se agota el tiempo para que reciba el Nobel de Medicina que hace rato merece esta eminencia caraqueña. Aparte de sus logros científicos en parasitología, lepra y cáncer, ya el sólo hecho de que se mantenga plenamente activo en su laboratorio a su edad, es razón suficiente para honrarlo.
El Nobel no puede concederse de manera póstuma, el ganador debe estar vivo si no al momento de la ceremonia (10 de diciembre), al menos sí cuando se anuncia el premio en octubre. Lamentablemente, como casi todo, el máximo galardón de las ciencias y humanidades también tiene máculas, y el mercadeo privado y/o el cabildeo gubernamental han determinado más de un premio, incluso para noveles y hasta advenedizos. Apenas dos ejemplos nefastos: Kissinger lo ganó el mismo año que puso a Pinochet en el poder, y Obama lo recibió si bien apenas tenía una semana en la Casa Blanca cuando se cerraron las postulaciones en febrero 2009.
En los rubros científicos, reinan las grandes universidades y cofradías, principalmente del mundo industrial y privado, que hacen intensas campañas para que sus miembros consigan el galardón. De allí que el grueso de los premiados en estas categorías venga de EEUU y Europa Occidental. En el caso del genio Convit, un científico que se ha concentrado en trabajar -sin hacer alharacas ni buscar promoverse- en un país que, de paso, no tiene "estatus" científico, el Nobel se hace cuesta arriba, aunque lo merezca.
La vida de Convit ha sido austera, digna, apolítica y plena de íconos caraqueños, desde que naciera en La Pastora en 1913, fuera alumno del propio Rómulo Gallegos en el Liceo Andrés Bello, egresara de la UCV, y consagrara su talento al Instituto de Biomedicina, entre las esquinas San Nicolás a Providencia, al lado del Hospital Vargas. Más caraqueño, sólo El Ávila. Aunque le nieguen el Nobel, sin duda "el mundo necesita muchos doctores Convit", como bien dice el blog creado por su sobrino Rafael: http://jacintoconvit.blogspot.com/
Curiosamente, aunque pocos lo sepan, un venezolano radicado en EEUU se alzó con el Nobel de Medicina en 1980: el doctor Baruj Benacerraf. Y lo logró como miembro de un equipo internacional -del cual hoy es el único sobreviviente-, por sus descubrimientos sobre estructuras determinadas por la genética que regulan las reacciones inmunológicas.